Noticia
23-Abril-2018
Tu salud física y tu salud mental: dos caras de la misma moneda
¿Quién no ha dicho o escuchado alguna vez la frase ‘lo importante es que haya salud’? Cuando hablamos de salud tendemos a pensar principalmente en la salud física: no tener enfermedades graves, que los valores en nuestros análisis sean normales, sentirnos ágiles y fuertes, seguir una alimentación saludable y hacer deporte…
¿Qué ocurre cuándo, a pesar de que se cumplan las situaciones anteriores, no nos encontramos bien? Contar con una buena salud física es un factor de protección para nuestro bienestar general. Sin embargo no es una condición determinante para nuestra felicidad.
La Organización Mundial de la Salud (OMS), en sus principios, define la salud como “un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades” http://www.who.int/about/mission/es/
Cuando sufrimos una afección física, experimentamos también su efecto a nivel psicológico. Enfermedades como el cáncer, la artrosis, el síndrome de intestino irritable o la diabetes, entre muchas otras, tienen un gran impacto emocional en nosotros: sentimos miedo, inseguridad, ira, desamparo, vergüenza… Estas emociones son respuestas naturales que nos permiten gestionar las dificultades que estamos atravesando. Si intentamos evitarlas, negarlas o guardárnoslas para nosotros, resulta más probable que lleguemos a experimentar depresión, ansiedad, baja autoestima, comportamientos impulsivos, fobias…
Al igual que las enfermedades físicas tienen un impacto psicológico, ocurre el efecto contrario. El ejemplo más claro de cómo nuestro malestar psicológico influye en nuestro cuerpo es la ansiedad. Experimentamos ansiedad cuando anticipamos que nuestros recursos resultarán insuficientes para superar una posible amenaza futura. Este análisis de incompetencia, que ocurre en nuestro pensamiento, genera unos efectos casi inmediatos en nuestro cuerpo, activando nuestro Sistema Nervioso Autónomo (SNA): taquicardia, tensión muscular, sudoración, aceleración respiratoria, náuseas…
Otro ejemplo en esta línea lo constituyen los trastornos somáticos, caracterizados por la presencia de síntomas físicos que sugieren una enfermedad médica sin una base orgánica que justifique dichos síntomas.
Todo ello nos lleva a concluir que para cuidarnos y alcanzar un estado de bienestar debemos atender a ambas caras de la moneda de la salud: la salud física y la salud mental, pues ambas se interrelacionan y dependen la una de la otra.
En la Clínica Natal entendemos que esta relación puede complementarse también con la salud espiritual, ideal que queda reflejado en nuestro logo.
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